jueves, 12 de junio de 2008

EL SACERDOCIO REAL


EN LAS FUENTES DEL SACERDOCIO MINISTERIAL

2. Fundamento Trinitario

Cristo Jesús, en quien "reside toda la Plenitud de la Divinidad corporalmente" (Col. 2, 9), fue enviado por el Padre para realizar el plan de salvación universal (cf. Jn. 3, 17; 5, 30; 8, 16; Gal. 4, 4; etc.), recibiendo de El todo poder para cumplir su misión (cf. Jn. 5, 20-21; Mt. 28, 18); fue ungido con el Espíritu Santo (cf. Lc. 4, 18 ss.; Hch. 10, 38), y después de haber cumplido la voluntad del Padre, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad (cf. 1 Tim. 2, 4), hasta dar su vida como rescate por muchos (cf. Mc. 10. 45), destruyó la muerte con la resurrección y volvió al Padre, penetrando los cielos, donde reina eternamente e intercede por sus hermanos (cf. Jn. 16, 27-28; 13, 1. 3; Hb. 4, 14-16). El sacerdote, cuya tarea es continuar la misión de Cristo, halla la fuente última de su misión en el amor salvífico del Padre (cf. Jn. 17, 6-9. 24; 1 Cor. 1, 1; 2 Cor. 1, 1), y el origen inmediato de su vocación en Cristo que le llama por su nombre como llamó a los apóstoles e infunde en él su Espíritu (cf. Jn. 20, 21) para marchar hacia el Padre con sus hermanos. En esta realidad Trinitaria, fuente de la misión de la Iglesia 2 , se arraiga y encuentra plena justificación la vocación y misión del sacerdote ministro.

El mismo Cristo promovió a sus apóstoles como ministros de manera que poseyeran, en la sociedad de los creyentes, la sagrada potestad del orden. Por medio de los apóstoles, el Señor hizo partícipes de su propia consagración y misión a los sucesores de aquellos que son los Obispos, cuyo cargo ministerial, en grado subordinado, fue encomendado a los presbíteros a fin de que cooperaran en el fiel cumplimiento de la misión apostólica 3 . Esta misión participa en la misión universal de la Iglesia para los no cristianos e involucra a los sacerdotes en forma concreta 4 .

Por intermedio del Obispo, los sacerdotes son llamados por Cristo a una vocación especial (cf. Mc. 3. 13; Lc. 6, 13); están en el mundo pero no son del mundo (cf. Jn. 17, 14-15); y, en virtud de la consagración, están capacitados para cumplir la misión misma de Cristo de anunciar a todos que el tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca (cf. Mc. 1, 15), y de presidir, enseñar y santificar al Pueblo de Dios 5 .

El principio constitutivo del sacerdocio ministerial es Cristo-Sacerdote víctima de la nueva y eterna alianza (cf. Hb. 9, 11-15). El principio eficaz es la elección y misión especial por parte de Dios, que convierte al sacerdote en instrumento de Cristo (cf. Mc. 3, 10-19; Lc. 22, 19; Mt. 28, 18-20). El principio ejemplar es la diaconía de Cristo, cuyas imágenes dan luz a la identidad del sacerdote: Cristo-enviado por el Padre para salvar al mundo (cf. Jn. 3, 17), que indica la universalidad de la misión; Cristo-siervo, que subraya la renuncia de Cristo, quien vino, no a ser servido, sino a servir y a dar su vida (cf. Mt. 20, 28: Flp. 2, 7-8); Cristo-pastor-maestro, que vela con amor, guía su rebaño, y lo reúne en el único redil (cf. Jn. 10.1 ss.). Es la palabra viva del Padre que convoca a las gentes en su Reino (cf. Jn. 12, 48-50).

El relieve que se da a la función ministerial subraya la relación esencial del sacerdote con la Persona de Cristo. El sacerdote, en efecto, es signo e instrumento del único sacerdote y mediador ante el Padre: Jesucristo, y continuación de El sobre la tierra, que actualiza el poder de Cristo de anunciar la Palabra, de renovar el sacrificio de la Cruz en la Eucaristía, perdonar los pecados y guiar al Pueblo de Dios. Es imposible separar el ser del sacerdote del ser de Cristo, la vida del sacerdote de la vida de Cristo.

Estén, pues, todos los presbíteros, convencidos de que su identidad sacerdotal se realiza únicamente en la conformidad total con la identidad de Cristo, con conocimiento, coherencia y fervor del espíritu. Y recuerden que Cristo, al cumplir su misión de salvador, aceptó el camino de la encarnación, despojándose de sí mismo y tomando todo lo que es propio del hombre, excepto el pecado (cf. Hb. 2, 17-18; 4, 15). Esta encarnación ha de ser un signo de la actividad misionera.

El Espíritu Santo da a la Iglesia la unidad íntima y ministerial, proporcionándole diversos dones jerárquicos y carismáticos (cf. Ef. 4, 11-13; 1 Cor. 12, 4) 6 , y vivificando, como alma, a las instituciones eclesiásticas 7 , infundiendo en los corazones de los cristianos ese espíritu que había animado a Cristo a cumplir su misión 8 .

"Los presbíteros, por la unción del Espíritu Santo, quedan sellados con un carácter particular, y así se configuran con Cristo sacerdote, de suerte que puedan obrar como en persona de Cristo cabeza" 9 . La elección, la santificación y la misión proceden siempre del Espíritu santificador (cf. Hch. 13, 3; 19, 6). Y es el Espíritu el que da la capacidad objetiva de ejercer eficazmente el ministerio. También el Espíritu es enviado (cf. Jn. 14, 26; 15, 26) y permanece unido al sacerdote-enviado para colaborar en la obra de salvación 10 .

Gracias al Espíritu, principio de comunión 11 , los sacerdotes llegan a ser guías y animadores espirituales de la comunidad, especialmente con la fuerza de la Palabra. Gracias a ese mismo Espíritu, son ministros de los sacramentos, que por El son vivificados, desde el bautismo, "en el Espíritu y el agua" (Jn. 3, 5; Hch. 10. 47), hasta la Eucaristía, en la que Cristo "ejerce constantemente, por obra del Espíritu Santo, su oficio sacerdotal en favor nuestro" 12 .

La consagración inaugura en los sacerdotes un continuo Pentecostés. En virtud de esta gracia extraordinaria, ellos deben saber reconocer la acción del Espíritu en la Iglesia y cooperar con ella, conscientes de que han recibido una misión sobrenatural y universal en favor de todos los hombres.

3. Fundamento eclesiológico y sacramental

La Iglesia, "sacramento universal de salvación" 13 , actualiza la redención, mediante la Palabra y los sacramentos, principalmente mediante el Sacrificio de la Eucaristía. De este carácter ministerial de la Iglesia participan los sacerdotes llamados a predicar y difundir el Evangelio, a presidir el culto y a desempeñar la función de guías en el Pueblo de Dios.

La Iglesia es comunión, articulada jerárquicamente en distintos ministerios, servicios y funciones en el interior de la comunidad. En particular, mediante los tres grados del Orden sagrado (Obispos, sacerdotes, diáconos), se edifica como templo vivo, en una comunión de fe y de amor. Estos tres ministerios que confiere la ordenación, transmitidos por los apóstoles y sus sucesores, son jerárquicos y constituyen la jerarquía eclesiástica.

El Obispo en comunión con el Sumo Pontífice, Jefe del Colegio Episcopal, y con los miembros del Colegio, es -en la comunidad eclesial- el "gran sacerdote" 14 , signo vivo de Cristo, supremo pastor; su función reproduce aquella central de servicio humilde y potente de Cristo Jefe 15 . Para ejercer en forma plena y eficaz su ministerio, el Obispo debe ser coadyuvado por presbíteros y diáconos. Los presbíteros son ayuda e instrumento del Orden episcopal y, en cada comunidad, representan al Obispo: bajo su autoridad, predican el Evangelio 16 , "santifican y rigen la porción de la grey del Señor a ellos encomendada" 17 .

El presbítero, además, en comunión con el Obispo, obra en nombre de Cristo 18 . Anuncia, ejerciendo el mismo ministerio de Cristo-Profeta en el servicio de la Palabra, incluso a aquellos que están lejos 19 ; es sacerdote-ministro en cuanto consagra en nombre de Cristo-Pontífice ("in persona Christi Pontificis") 20 ; es pastor, en cuanto reúne y guía a la comunidad en nombre de Cristo-Buen Pastor (cf. Lc. 10, 16; 1 P. 5, 2).

En la Iglesia-comunión, en fin, hay distinción y complementariedad entre el sacerdocio de los ministros ordenados y el sacerdocio común de los fieles, pues el uno coopera con el otro para realizar la misión confiada por Cristo a la Iglesia. El sacerdocio común de los fieles y el sacerdocio ministerial, aunque diferentes esencialmente y no sólo en grado, se ordenan, sin embargo, el uno al otro, pues ambos participan a su manera del único sacerdocio de Cristo 21 . Los presbíteros deben ser conscientes de su identidad particular que los habilita para un ministerio específico y que se ordena a la edificación del único Cuerpo de Cristo que es por naturaleza: profético, sacerdotal y real. A pesar de la diversidad de las funciones permanece intacta la idéntica dignidad fundamental de los cristianos.

El sacerdote es diocesano en virtud de su incardinación en la diócesis 22 , donde permanece unido al Obispo bajo un aspecto nuevo y está, de manera especial, al servicio de esa comunidad eclesial particular que es la diócesis 23 . En su calidad de sacerdote diocesano, está llamado a crear la comunión entre los miembros de la comunidad local y también a ampliarla, evangelizando a aquellos que todavía permanecen fuera de ella.

En esta comunión de la Iglesia, no debe olvidarse el papel que tienen los diáconos permanentes que trabajan al lado del sacerdote y deben formarse para que lleven una vida evangélica, de manera que puedan cumplir, en forma adecuada, los deberes propios de su orden. Ellos representan una figura que puede asumir un significado importante en las Iglesias jóvenes que necesitan de todas las energías disponibles para desarrollarse. La función del diácono debe estudiarse y organizarse a nivel de las Conferencias Episcopales 24 .

Es necesario subrayar la dimensión eclesial y sacramental que califica a los sacerdotes. Todo sacerdote representa a la Iglesia y actualiza en ella el proyecto de salvación. Esto supone: conciencia de aquello que tiene relación con la Iglesia, coherencia con el proyecto concreto de salvación, y comunión de espíritu y de acción con todos los que actúan en la pastoral, en especial con el Romano Pontífice, el Obispo, los demás sacerdotes y los diáconos.

los mejores

La sentencia andaluza que exime a un alumno de cursar Ciudadanía pone en cuestión cualquier asignatura susceptible de interpretaciones ideológicas.

¿Y si algún padre decide que no quiere que a su hijo se le explique la Teoría de la Evolución de Darwin en Ciencias Naturales porque cree en el creacionismo? ¿O el marxismo, en clase de Historia? ¿Tendría derecho a que su hijo no aprendiera estas asignaturas? Estas preguntas quedan en el aire tras la sentencia dictada la semana pasada por el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía en la que se admite que los padres de un alumno objeten a la materia de Educación para la Ciudadanía "por razones filosóficas o religiosas".

La sentencia, contraria a otras dictadas en Asturias, Cataluña y Aragón, tiene todas las posibilidades de ser tumbada en el Supremo. Pero hasta que este tribunal se pronuncie, la vía que abre "está cuestionando todo el sistema educativo", asegura el profesor de Derecho Administrativo de la Universidad de Zaragoza Antonio Embid.

Con él está de acuerdo el catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad de Granada Manuel Terol, que considera que se abre la puerta a objetar a cualquier asignatura que tenga algún componente ideológico o religioso. Mientras a Embid esto le preocupa profundamente, Terol lo aplaude como cualquier avance de las libertades.